Porque la vida es lo más importante hoy hablaré del Chechén, el árbol tóxico.
Hogar y sustento para la esplendorosa cultura maya, fue la selva, de la cual sus habitantes, –ancestrales y actuales- tienen una amplia y profunda cultura botánica.
Esta cultura botánica permite conocer las plantas que sirven para alimento, construcción, medicinales, de aseo, rituales, para manufactura, teñido, combate de plagas, plantas para la apicultura y por supuesto las plantas tóxicas.
Notable entre ellas, es el árbol llamado en maya box chechén, o simplemente chechén, éste es un árbol caducifolio, de 12 a 25 m de altura de copa irregular, corteza escamosa, en pedazos rectangulares, color gris pardusca a moreno oscura, Metopium brownei es su nombre científico y pertenece a la misma familia a la que pertenecen los deliciosos mangos, la familia Anacardiaceae.
El chechén produce un exudado sumamente cáustico que se pone negro al contacto con el aire, y que provoca en las personas sensibles a él fuertes reacciones de fito-dermatitis o dermatitis por plantas, ya sea por contacto con el exudado del árbol, o sólo por estar en el lugar en donde este se encuentra, ya que la toxina puede transportarse por el aire. La respuesta a la toxina puede ser local o sistémica con lesiones similares a quemaduras de tercer grado.
El compuesto químico responsable del daño es el urushiol, que es una mezcla de catecoles, y que es el mismo tipo de compuesto de la hiedra venenosa y la laca japonesa. Las personas que han vivido la experiencia de “enchechenarse” hablan sobre ella como fuerte y dolorosa dejándoles con frecuencia cicatrices.
Sin embargo el chechén también tiene su lado muy bueno, continuaremos.