A mediados de los años setenta del siglo pasado, el economista brasileño Edmar L. Bacha ganó fama por escribir sobre la economía de un reino ficticio llamado Belindia. Este reino tenía características que se asemejaban a las de un país rico y desarrollado como Bélgica, al mismo tiempo que tenía otras que se parecían más a la de un país pobre y atrasado como la India.
La desigualdad interna, entre personas y regiones, era la característica fundamental de ese país imaginario. Era evidente que la realidad que pretendía reflejar Bacha era la de su propio país, Brasil. Además, lo que el economista brasileño describía se aplicaba a la perfección a otros países de la región, incluyendo, por supuesto, a México.
Como se sabe, México es un país extremadamente desigual en varias dimensiones. Sin embargo, una de las desigualdades más evidentes y lacerantes del país es la regional. Esto se puede observar a través del Índice de Desarrollo Humano (IDH), un indicador compuesto que incluye variables que reflejan avances en indicadores de salud, educación y nivel de ingresos per cápita.
Así, el IDH de la Ciudad de México, por ejemplo, es equivalente al de países europeos como Grecia o Andorra, mientras que el IDH de Chiapas está más cerca de Bangladesh o Irak. Si bajamos a nivel municipal, la comparación es aún más extrema. Las alcaldías de Benito Juárez o Miguel Hidalgo en la Ciudad de México tienen un IDH similar al de Italia o Francia, mientras que el IDH de Cochoapa el Grande en Guerrero, de Batopilas en Chihuahua y de Chalchihuitán en Chiapas, se asemeja más al de países africanos como Burkina Faso, Mozambique o Sierra Leona.
Por esta razón, resultan sumamente importantes los resultados que reporta un análisis reciente elaborado por el staff del Banco de México sobre la evolución de la desigualdad regional en el país. Este análisis, publicado como recuadro en el más reciente Reporte sobre Economías Regionales, revela que entre 2018 y 2022 la desigualdad regional en México disminuyó en forma importante.
Más importante aun es el hecho de que esta desigualdad disminuyó porque se redujeron ambos componentes de la medida, es decir, se redujo la desigualdad entre las diversas regiones del país y se redujo también la desigualdad al interior de todas y cada una de ellas.
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Otro resultado importante del estudio es que el principal factor detrás de la reducción en las desigualdades regionales fue la evolución de los ingresos por trabajo subordinado. Esto ilustra, en mi opinión, la importancia de los aumentos al salario mínimo real que se han otorgado en años recientes.
Por otro lado, la contribución de este tipo de ingresos a la reducción de la desigualdad intrarregional fue más elevada en el sur que en las otras regiones del país, lo que a su vez refleja la importancia de las políticas de desarrollo territorial focalizado y la relevancia de haber canalizado el grueso de la inversión pública a la región más pobre del país.
Los resultados del análisis del Banco de México son, sin duda, muy buenas noticias en un país con desigualdades regionales tan marcadas como el nuestro y es, a todas luces, un paso más en la dirección correcta del tipo de país que quisiéramos construir.
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Con información de Milenio