¿Encontraron el Planeta Nueve? Un grupo de astrónomos de Taiwán, con apoyo de colegas de Japón y Australia, ha comenzado a examinar minuciosamente datos del infrarrojo celeste con motivo de buscar el legendario Planeta Nueve en los confines del Sistema Solar. Pero, en lugar de buscar su luz reflejada, optaron por rastrear el calor residual emitido por este posible gigante helado.
Al desplazarse hacia regiones alejadas del Sol, la luz reflejada por un cuerpo planetario se atenúa bruscamente (siguiendo una ley de disminución por la cuarta potencia de la distancia). En cambio, su huella térmica en infrarrojo decae más lentamente (aproximadamente con el cuadrado de la distancia), lo que la hace más detectable mediante instrumentos sensibles como AKARI.
Dos posibles candidatos
Al analizar los catálogos del satélite japonés AKARI (2006–2011) junto a los registros históricos de IRAS (1983), el equipo identificó dos señales moviéndose muy lentamente, a distancias estimadas entre 500 y 700 unidades astronómicas (UA) del Sol. Las características apuntan a posibles cuerpos con una masa entre 7 y 17 veces la Tierra, moviéndose apenas unos minutos de arco por año según su paralaje y tiempo entre capturas.
¿Es realmente el Planeta Nueve?
Aunque estos indicios coinciden en parte con las hipótesis teóricas sobre el famoso Planeta Nueve, hay diferencias. Por ejemplo, la masa y órbita de estos módulos térmicos no encajan totalmente con la versión original propuesta por Brown y Batygin en 2016. Si existiera un nuevo cuerpo en ese rango, podría obligar a revisar la teoría del noveno planeta, o incluso indicar que se trata de otro planeta distinto.
La comunidad científica por ahora se muestra cauta: aún no se ha observado directamente, y no se puede descartar que estas señales sean simplemente ruido cósmico, galaxias lejanas o asteroides.
Próximos pasos
El equipo planea utilizar telescopios más potentes, incluyendo el Víctor Blanco en Chile y pronto el Observatorio Vera C. Rubin, para identificar definitivamente si estas señales corresponden a un planeta real o a objetos espurios. Estos instrumentos permitirán detectar con mayor claridad objetos distantes y confirmar el movimiento orbital necesario.
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