Antes de que Cancún se convirtiera en uno de los destinos turísticos más importantes del mundo. En tiempos en los que no existían los grandes resorts con albercas de borde infinito ni servicio todo incluido, un lanchero, el sueño de un comerciantes de perfumes y un hotelito de 24 habitaciones, fueron el inicio de una insólita aventura.
La historia del Hotel Bojórquez de Cancún
A finales de los años 60, don Alberto Bojórquez, un comerciante de perfumes, recorría el país organizando tours por carretera. En aquella época, viajar a Isla Mujeres era toda una hazaña: había que transitar carreteras precarias, emprender viajes en panga y largas jornadas en autobús, todo por descubrir las bellezas de un México prístino.
Según relata Armando Bojórquez, la historia del Hotel Bojórquez comienza con una anécdota casi fortuita.
En 1967, un lanchero de Isla Mujeres dijo a su padre, don Alberto, que frente a Isla Mujeres había una isla llamada “Cancún”. Intrigado, don Alberto, visitó la zona de aguas cristalinas y arena blanca y fina como el talco y quedó impresionado.
Era 1968 y mientras México celebraba los Juegos Olímpicos, don Alberto Bojórquez ya llevaba turistas en lancha a Cancún, asegura su hijo.
La historia dio un giro cuando, en plena planeación del desarrollo turístico de Cancún, Don Alberto fue invitado a una reunión con el presidente Luis Echeverría.
“Comemos gratis, señor presidente”, le dijo, en referencia a cómo los turistas disfrutaban del marisco recién sacado del mar.
Cuando el Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur) ofreció terrenos para construir hoteles, la propuesta era clara: parcelas de 10,000 metros cuadrados. Pero don Alberto no quería construir un resort inmenso, sino un hotel modesto, accesible para el turismo nacional.
Solicitó solo 350 metros para construir un inmueble de 24 habitaciones, justo lo necesario para recibir a los pasajeros que viajaban en un autobús.
Y aunque la idea rompía con el esquema previsto, el presidente Luis Echeverría reconoció el papel clave de este hombre y su visión desde antes de que existiera Cancún y ordenó que se le otorgaran los 10,000 metros de terreno pero pagando solo por los 350 que usaría.
Así nació el Hotel Bojórquez, que comenzó su construcción en 1972 y abrió sus puertas el 20 de julio de 1974, con un grupo de turistas que viajaron para las vacaciones de verano.
El Hotel Bojórquez fue así uno de los primeros hoteles de Cancún y el único con 24 habitaciones, rodeado de un paisaje virgen donde no se veían casas ni edificios.
Con los años, el hotel creció hasta superar las 100 habitaciones, pero siempre conservó su espíritu original: dar la bienvenida a los viajeros nacionales que, como don Alberto, amaban conocer el México profundo.
—Mi papá nos despertaba a las cinco de la mañana. “Quiero que el sándwich esté fresco para los turistas”, nos decía, “y que el café esté caliente, porque el camino es largo y los turistas merece respeto”.
La historia completa se encuentra en el libro Legado Bojórquez, escrito por su hijo Armando Bojórquez, donde se narran las aventuras, anécdotas y visión de este pionero. Un hombre que no solo fundó un hotel, sino que ayudó a construir los cimientos de Cancún, un hombre que soñó con una costa desierta y la llenó de turistas. Que cambió perfumes por caminos, y caminos por un legado que sigue vivo frente al mar.
Esta historia forman parte del 15o Conversatorio “Los Primeros Hoteles de Playa” de Cancún, realizado el 20 de julio y organizado por las asociaciones hermanas Pioneros y Fundadores de Cancún, realizado en la Biblioteca Nacional de la Crónica en Cancún, liderada por el cronista Fernando Martí.