¡Alerta para las personas! La resistencia a los antibióticos se perfila como uno de los mayores desafíos de salud pública del siglo XXI. De acuerdo con Samuel Ponce de León Rosales, coordinador del Programa Universitario de Investigación sobre Riesgos Epidemiológicos y Emergentes (PUIREE) de la UNAM, para el año 2050 podrían morir hasta 10 millones de personas cada año a consecuencia de infecciones que ya no responden a los tratamientos actuales.
El especialista advirtió que esta amenaza no surgió de manera espontánea, sino como resultado del uso inadecuado e indiscriminado de antibióticos en todo el mundo. Cada vez que estos medicamentos se emplean sin control o sin necesidad, las bacterias desarrollan mecanismos de defensa que las vuelven resistentes, reduciendo la eficacia de los tratamientos y poniendo en riesgo la vida de millones de personas.
Un riesgo para la medicina moderna

“Es un riesgo constante para la salud pública, un problema para la práctica médica y un desastre económico”, señaló Ponce de León durante su participación en la Cátedra Extraordinaria de Bioética organizada por la UNAM.
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El médico epidemiólogo subrayó que los antibióticos deben considerarse un recurso no renovable: una vez que dejan de ser efectivos, la humanidad pierde una herramienta esencial contra las infecciones.

En un escenario sin antibióticos útiles, intervenciones médicas que hoy parecen rutinarias podrían volverse altamente riesgosas. Cirugías simples, trasplantes o incluso el tratamiento de heridas comunes serían procedimientos con altas probabilidades de complicaciones graves. Además, los costos de los tratamientos antiinfecciosos se elevarían de manera exponencial, lo que también generaría un fuerte impacto económico en los sistemas de salud.
Un asunto de ética y responsabilidad
El académico de la UNAM insistió en que reducir el uso de antibióticos es la acción más inmediata y efectiva para frenar el avance de la resistencia antimicrobiana. Para él, se trata también de un problema bioético que involucra principios de beneficencia, no maleficencia y justicia, ya que la decisión de prescribir un antibiótico no afecta solo a un paciente, sino al conjunto de la sociedad.

“Cuando no tengamos antibióticos útiles, las cirugías serán mucho más complejas, con más riesgo. Su uso debería restringirse y ser muy bien reflexionado por quienes los prescriben”, afirmó.
Cabe recordar que desde 2016 la Organización de las Naciones Unidas (ONU) declaró la resistencia antimicrobiana como una emergencia global, llevando el tema incluso al Consejo de Seguridad, lo que evidencia la magnitud del desafío que enfrenta la humanidad.
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