Un equipo de investigadores del Centro RIKEN de Ciencia de Materiales Emergentes y la Universidad de Tokio ha logrado un avance significativo en la lucha contra la contaminación plástica al desarrollar un nuevo material que se degrada completamente en agua de mar y en suelo, sin generar microplásticos ni residuos tóxicos.
Este nuevo tipo de plástico es resistente durante su uso, pero al entrar en contacto con ambientes naturales como el océano o la tierra, se descompone en cuestión de horas o días, liberando incluso nutrientes beneficiosos para las plantas.
Innovación química al servicio del planeta

Su estructura se basa en enlaces iónicos reversibles y una innovadora técnica de desalinización que permite su durabilidad hasta el punto de desecho. La clave está en la química supramolecular: los monómeros enlazados permiten un equilibrio entre resistencia y rápida degradación, algo que los plásticos tradicionales no pueden ofrecer.
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Cada minuto, se estima que el equivalente a un camión lleno de plásticos termina en los océanos. Si esta tendencia continúa, para 2050 podría haber más desechos que peces en los mares. En este contexto, el nuevo plástico japonés representa una alternativa viable a los materiales actuales, especialmente aquellos que se fragmentan en microplásticos perjudiciales para la fauna marina y la salud humana.

Hacia un nuevo modelo de consumo sostenible
Entre sus principales beneficios destacan: degradación rápida (en agua salada y suelo), no genera microplásticos, es 91% reciclable, y libera nutrientes al descomponerse. Además, permite compostaje doméstico sin necesidad de instalaciones industriales.
Este material podría aplicarse en empaques, productos médicos desechables, redes de pesca y componentes electrónicos, brindando soluciones sostenibles a distintas industrias.

El descubrimiento se produce en un contexto clave: las negociaciones del Tratado Global de Plásticos, que buscan limitar el uso de materiales contaminantes antes de 2025. Países como Noruega y empresas como Unilever han mostrado su apoyo a estas iniciativas, considerando este tipo de innovaciones como señales de esperanza.
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Aunque todavía está en validación industrial, expertos como Joaquín Martínez Urreaga lo consideran “una alternativa prometedora para combatir la contaminación marina”. Su éxito dependerá de escalar su producción, reducir costos, legislar a su favor y educar a la población sobre su uso correcto.