La ansiedad es una respuesta emocional completamente natural que cualquier persona puede sentir en momentos de tensión, preocupación o incertidumbre. Sin embargo, cuando esta sensación persiste de manera constante, se intensifica y comienza a afectar las actividades diarias de quien la experimenta, puede evolucionar hasta convertirse en un trastorno de ansiedad. Este tipo de trastorno es un problema de salud mental que impacta a millones de personas alrededor del mundo y que puede llegar a ser debilitante si no se trata a tiempo.
Los trastornos de ansiedad se caracterizan por la presencia de una ansiedad extrema y prolongada, acompañada de miedo en situaciones que, para la mayoría, serían consideradas cotidianas o sin mayor relevancia. La gran diferencia entre la ansiedad habitual que todos sentimos y un trastorno de ansiedad radica en su duración y en la intensidad con la que se manifiesta. Según WebPsicólogos, la ansiedad “normal” es pasajera y se presenta como una reacción a circunstancias puntuales, mientras que los trastornos de ansiedad pueden durar meses, años o incluso toda la vida si no se recibe el tratamiento adecuado, generando un impacto considerable en la calidad de vida.
Por ejemplo, una de las manifestaciones de estos trastornos es el trastorno de pánico, que se caracteriza por ataques repentinos de miedo o terror abrumador. Estos episodios van acompañados de una serie de síntomas físicos muy incómodos, como la aceleración del ritmo cardíaco, sensación de falta de aire o mareos. A menudo, quienes los sufren evitan ciertas situaciones o lugares, con el temor de que estos ataques se repitan, limitando significativamente su vida cotidiana.
Causas del trastorno de ansiedad
Las causas detrás de los trastornos de ansiedad son complejas y diversas. Existen factores genéticos que pueden predisponer a una persona a desarrollar este tipo de condiciones, pero también juegan un papel importante las experiencias traumáticas, el entorno en el que se vive y los desequilibrios químicos en el cerebro. Todos estos factores, combinados o en solitario, pueden desencadenar un trastorno de ansiedad en una persona predispuesta.
En cuanto al tratamiento de estos trastornos, uno de los enfoques más efectivos es la terapia cognitivo-conductual (TCC). Este tipo de terapia utiliza diversas técnicas para ayudar a las personas a confrontar y manejar sus miedos. Una de estas técnicas es la exposición interoceptiva, que consiste en exponer al paciente a las sensaciones físicas que teme. Por ejemplo, en el caso de personas que padecen ataques de pánico, se les ayuda a enfrentarse a sus propios síntomas, como las palpitaciones o la falta de aire, para que aprendan que, aunque sean extremadamente incómodos, no son peligrosos ni representan una amenaza para su vida.
Además, en el proceso de tratamiento, es esencial combinar la exposición controlada a situaciones que generan ansiedad con la reestructuración de los pensamientos que las acompañan. Un psicólogo especializado puede guiar al paciente en este proceso, enseñándole a reinterpretar las sensaciones físicas y mentales que acompañan a la ansiedad y mostrándole que, aunque estas sensaciones son molestas y difíciles de soportar, no son perjudiciales ni permanentes.
Si bien es cierto que la ansiedad ocasional es una parte normal de la vida, convivir con un trastorno de ansiedad puede ser extremadamente limitante. Es fundamental que quienes experimentan síntomas persistentes busquen ayuda profesional lo antes posible, ya que, con el tratamiento adecuado, la mayoría de las personas pueden aprender a gestionar sus síntomas y recuperar una vida saludable y plena. El apoyo terapéutico, sumado a un enfoque adecuado de tratamiento, puede marcar la diferencia para aquellos que luchan contra la ansiedad en su día a día.