Francia, un país con muy alta autoestima colectiva, sufre un grave problema de identidad. Como ha mostrado el gran avance electoral de la extrema derecha, una parte de la ciudadanía se siente incómoda con el imparable crecimiento de la diversidad y teme verse inundada por una inmigración descontrolada.
Con ocasión de los Juegos Olímpicos, momento delicado y definitorio, ha sido imposible evitar la polémica al conocerse que Aya Nakamura, originaria de Mali, una de las artistas que con más fuerza han irrumpido en la escena internacional en los últimos años, iba probablemente a cantar durante la ceremonia inaugural en el Sena. De estilo inimitable, canta un híbrido entre rap y otros géneros como el R&B. Ella dice a veces que se trata de “pop urbano”, una categoría muy ecléctica.
Marine Le Pen critica el aspecto de la artista, su “vulgaridad” y su lenguaje en argot “que no es francés”
La intérprete ha sido blanco de ataques de la extrema derecha a través de las redes sociales y de parte de grupos reaccionarios. El colectivo Les Natifs (los nativos) hizo saber de inmediato su disgusto por la elección de Nakamura y publicó una foto sosteniendo una pancarta, a la orilla del Sena, en la que animaba a la artista a desistir porque “esto es París, no el mercado de Bamako (la capital de Mali, donde nació la cantante hace 29 años)”.
Marine Le Pen, tres veces candidata al Elíseo, criticó su aspecto, su “vulgaridad” y el hecho de que emplee un lenguaje de jerga “que no es francés”. El presidente del partido lepenista, el Reagrupamiento Nacional (RN), el eurodiputado y frustrado candidato a primer ministro Jordan Bardella esgrimió una encuesta según la cual el 73% de los franceses desaprobaban que Nakamura representara a Francia. Bardella consideró problemático que alguien condenado por violencia conyugal cante en un evento tan simbólico. “Tendría que haberse escogido a una artista que suscite mayor consenso”, dijo.
Ante estas invectivas, las muestras de solidaridad fueron numerosas, empezando por el propio presidente de la República, Emmanuel Macron, que defendió a la artista con ardor. También salieron a arroparla personalidades del espectáculo como Carla Bruni, Benjamin Biolay o Patrick Bruel. La ministra de Cultura, Rachida Dati, procedente de la derecha, se mostró indignada y consideró que la cantante estaba siendo víctima “de racismo puro y duro”. Hasta hubo quien sostuvo que el argot utilizado en sus canciones la convierten, de facto, en una embajadora de la francofonía, en una exponente del francés real que los jóvenes hablan en muchas zonas del país.
Nakamura es un producto de la realidad sociológica de los suburbios populares de la periferia norte de París. Llegada de Mali siendo muy pequeña junto a su familia, creció en Aulnay-sous-Bois.
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No adquirió la nacionalidad francesa hasta el 2018. Su padre era barman en el aeropuerto Charles de Gaulle. Su madre, nacida en un clan de poetas, cantantes y contadores de historias, cantaba en bodas y funerales.
Nacida Aya Dianoko, adoptó el nombre artístico de Nakamura de un personaje de la serie de ciencia ficción Héroes , Hiro Nakamura, que poseía el poder de viajar en el espacio y en el tiempo. A los 13 años ya compuso su primera canción. Más tarde un vídeo suyo, grabado por una amiga con su móvil, tuvo un gran éxito en las redes sociales. Su despegue en la plataforma YouTube la llevó a firmar un contrato con Warner Music. Era el 2016, tenía 20 años y ocultó a la casa discográfica que estaba embarazada de su primer hijo. El álbum Journal intime salió en el 2017 y fue ya disco de oro en Francia. La carrera, fulgurante, recibió un impulso definitivo con Djadja , en el 2018. En Holanda, la canción se situó en cabeza en la lista de ventas, la primera vez para un tema francófono interpretado por una mujer después del mítico Je ne regrette rien , de Edith Piaf, en 1961.
La bola de nieve ha ido creciendo gracias a la promoción indirecta que le han hecho, en sus vídeos colgados en la red, personajes como Neymar, Rihanna o Madonna. El estrellato global quedó confirmado con las portadas dedicadas a Nakamura por publicaciones como la revista semanal de T he New York Times, Vanity Fair, Forbes o Vogue.
La vida privada de la artista ha sido agitada. La identidad del padre de su primera hija, Aïcha, no se conoce. Ava, nacida en el 2022, fue fruto de su relación con el productor de clips Vladimir Boudnikoff. Unos meses después del nacimiento de la niña, la pareja se separó, con acusaciones mutuas de violencia conyugal. El tribunal de Bobigny les impuso a ambos una multa (10.000 euros a ella y 5.000 euros a él).
Era evidente que la participación de Nakamura en la fiesta de los Juegos crearía controversia, pero parecía obligada por su fama planetaria y porque muestra una faceta fundamental de la Francia genuina del siglo XXI.
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Con información de La Vanguardia
