Con el objetivo de elevar la cobertura en educación superior en México, el actual gobierno federal impulsó alternativas para disminuir la exclusión de los jóvenes en ese nivel formativo.
Esto es principalmente de quienes enfrentan condiciones de pobreza, marginación o son residentes de comunidades lejanas y aisladas.
Para ello creó las Universidades para el Bienestar Benito Juárez García (UBBJ), que atiende en sus aulas a 51 mil 927 estudiantes en más de 145 planteles distribuidos en el país.
En este Programa Institucional 2023-2024 del organismo coordinador de las UBBJ, a cargo de Raquel Sosa Elízaga, se establece que para 2024 estaremos en posibilidades de tener 200 mil alumnos en 200 sedes educativas
con el crecimiento de su capacidad instalada.
Lo anterior, destaca el documento, representa un número equivalente a 30 por ciento de las personas que son rechazadas por las universidades públicas y privadas
en el país, pero sobre todo ofrece opciones a un sector que hasta hoy ni siquiera se había planteado cursar la educación superior; se trata de sectores de la población que sistemáticamente habían sido excluidos de este nivel educativo.
Lo mismo ocurre con la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), fundada en abril de 2001, durante la gestión de Andrés Manuel López Obrador como jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal.
La falta de atención a la demanda de educación superior en el país se refleja en el creciente número de jóvenes que buscan una oportunidad para continuar sus estudios y en mecanismos como el Registro Nacional de Opciones de Educación Superior (Renoes), creado en 2020 por la Secretaría de Educación Pública (SEP), aunque con escaso éxito.
Pese a que busca ofrecer orientación vocacional y facilitar el acceso a universidades que sí cuentan con lugares disponibles, en el cuarto Informe de Labores (2022) la SEP reconoce que aunque 249 instituciones educativas ofrecieron 57 mil 911 espacios en 499 programas educativos a los aspirantes que no pudieron acceder a instituciones de alta demanda, sólo se obtuvieron 691 registros activos y únicamente se logró que 886 aspirantes ingresaran a la educación superior.
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Los alumnos de la UBBJ han superado muchas barreras. No son simplemente un dato más o un puñado de personas que aventaron a un barranco como rechazados. Siguieron luchando por acceder a la educación superior.
Son personas activas que saben exigir sus derechos, tienen sus propios puntos de vista y no se dejan discriminar. Para ellos estudiar es una conquista directa, no es un aquí me meto a ver qué pasa, no, es una decisión expresa, como decir yo quiero ser médico o ingeniero ambiental
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Por su parte, Axel Meléndez, maestro en pedagogía e investigador en temas educativos, llama a las instituciones de educación superior a aplicar “mecanismos más equitativos y justos para todas las poblaciones, como los sorteos que lleva a cabo la UACM, porque hay una diferencia no sólo en el resultado, sino en lo que se atribuye el estudiante al decir ‘no estudié lo suficiente, soy un burro’”.
Resalta que la meritocracia fortalece la exclusión al plantear que somos los arquitectos de nuestro destino, sin importar el punto de partida, que todo depende del esfuerzo que hagas, y no es así
Subraya que hay muchas críticas a los exámenes estandarizados, porque son iguales para una población intrínsecamente diferente, esto hay que admitirlo. Pero no hemos identificado otros mecanismos que racionalmente nos permitan seleccionar a los estudiantes
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Al respecto, Hugo Aboites, ex rector de la UACM, estima que esta casa de estudios puede ser un referente para la atención a la demanda en educación superior en México, pero reconoce que no se le ha dado la importancia que tiene en este aspecto
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Considera evidente que la falta de democracia interna impide que las instituciones se vayan modificando con el paso del tiempo.
Por eso en la UNAM tenemos una Ley Orgánica de 1945, defendida a capa y espada por el actual rector (Enrique Graue), pero es una norma retrógrada, porque desde 1945 ya han pasaron muchas cosas. En realidad hay un miedo al caos, a que los jóvenes demanden más y más apertura y democracia. Eso es lo que está en el fondo del control que se quiere ejercer para definir quién entra y quién no a las aulas universitarias
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Con información de La Jornada