Hablando de historia y otras cosas, ¿sabían ustedes que el Día de Muertos se conoce en la península de Yucatán como Hanal Pixán, una conmemoración en la que se involucra la sociedad en su conjunto?
Qué tal, les saluda Lorena Careaga y hoy hablaremos de la forma en la que las comunidades mayas celebran este antiguo ritual, que combina aspectos religiosos occidentales con un sinnúmero de elementos prehispánicos.
El arduo trabajo agrícola realizado a lo largo del año, culmina con la cosecha de maíz, frijol y otros productos de la tierra, evento que coincide y encuentra su significado más profundo en la celebración en honor a los difuntos. Ésta se lleva a cabo cada año, entre el 31 de octubre y el 2 de noviembre, en tres ámbitos: la iglesia, el cementerio y la casa.
Es en este espacio doméstico donde tiene lugar propiamente el Hanal Pixán, es decir, el banquete de las ánimas. Los difuntos visitarán de nuevo su casa familiar, y una vez mas se les recibirá con una gran variedad de platillos de compleja elaboración. Algunos de ellos serán cocinados en el horno subterráneo, conocido como pib, cuya construcción está a cargo de los hombres, mientras que la elaboración de los guisos corresponde a las mujeres y al resto de la comunidad, incluyendo niñas y niños.
Los alimentos son colocados en el altar de muertos, junto con bebidas, dulces, velas, flores, imágenes religiosas y, en muchos casos, la fotografía del difunto, quien es guiado hacia el altar por un sendero de veladoras para que no equivoque el camino. También se comparte el banquete con las ánimas solas, que vagan sin que ya nadie las recuerde. Y todo ello constituye una ofrenda que demuestra alegría por la visita de las difuntos, al mismo tiempo que refuerza las relaciones familiares y sociales.
Una vez depositada la ofrenda en el altar, la familia enciende velas y resinas aromáticas, y reza oraciones o un rosario, tras lo cual se reparten panes y chocolate entre los asistentes. Se dice que en ese momento las ánimas de gustan la esencia o “gracia” de los alimentos, mientras que los vivos consumen la “grasa”, es decir, aquello que ya no alimenta, sino solo llena.
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