El 2025 se perfila como un año decisivo para el panorama político y social global, marcado por lo que muchos analistas ya han identificado como las tres grandes tendencias de este ciclo: personalismo, proteccionismo y polarización. Estos tres fenómenos, que parecen estar entrelazados, se están consolidando en distintas regiones del mundo, afectando tanto a la dinámica interna de los países como a las relaciones internacionales.
El personalismo, una tendencia en la que el liderazgo político está centrado en una sola figura, se ha intensificado en varios países. Líderes como Donald Trump en Estados Unidos, Jair Bolsonaro en Brasil, y algunos presidentes de países de Europa del Este, han sido exponentes de este fenómeno. Este modelo, en el que el poder y la toma de decisiones se concentran en una persona, ha generado un ambiente de incertidumbre y polarización, con una creciente dependencia de la voluntad individual de los líderes en lugar de un trabajo conjunto con instituciones.
Por otro lado, el proteccionismo, que hace unos años parecía una práctica en declive tras décadas de globalización, está resurgiendo con fuerza en 2025. Países como China, Estados Unidos y varios en Europa han comenzado a adoptar políticas más cerradas y aislacionistas, impulsadas por el temor a las repercusiones económicas de las interdependencias globales y el deseo de proteger los intereses nacionales. Los aranceles, las barreras comerciales y las regulaciones más estrictas se están convirtiendo en una norma, lo que podría modificar drásticamente los flujos de comercio internacional y las relaciones entre países.
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Este proteccionismo está alimentado, en parte, por la creciente incertidumbre económica global, que se ve exacerbada por las consecuencias de la pandemia de COVID-19 y las tensiones geopolíticas. Los gobiernos parecen apostar por estrategias de autosuficiencia, buscando evitar dependencias de países con los que no tienen relaciones de confianza, lo que genera aún más conflictos comerciales y diplomáticos. Las disputas comerciales entre China y Estados Unidos, por ejemplo, son solo la punta del iceberg de una tendencia más amplia hacia un mundo menos interconectado y más fragmentado.
En paralelo, la polarización social y política sigue avanzando a pasos agigantados. 2025 será testigo de una agudización de las divisiones internas en muchos países. Ya no se trata solo de diferencias políticas, sino de una división profunda en las identidades culturales, económicas y sociales. Este fenómeno se alimenta de las redes sociales, donde las cámaras de eco amplifican los discursos extremos y refuerzan las creencias preconcebidas. La política se ha convertido en un campo de batalla donde los bandos se polarizan aún más, y el debate se reduce a un enfrentamiento entre “nosotros” y “ellos”.
En algunos países de América Latina, como México y Argentina, las elecciones de 2025 se perfilarán como un claro reflejo de este aumento de la polarización. Los partidos tradicionales enfrentan el reto de sostener la unidad frente a un electorado cada vez más dividido, donde el personalismo de ciertos líderes juega un papel crucial en la política del momento. Las ideologías extremas, tanto de izquierda como de derecha, se hacen sentir con fuerza, complicando la construcción de consensos en la arena política.
Este contexto de personalismo, proteccionismo y polarización también tiene repercusiones en el ámbito internacional. Las relaciones diplomáticas entre grandes potencias están marcadas por una desconfianza creciente, con un énfasis en la competitividad y la competencia en lugar de la cooperación. En Europa, el Brexit sigue siendo un recordatorio de cómo los intereses nacionales pueden prevalecer sobre la unidad regional, mientras que en Asia, la creciente rivalidad entre China e India no hace sino reforzar el aislamiento en lugar de la integración.
A nivel global, 2025 será un año en el que las naciones tendrán que decidir si continúan por el camino del proteccionismo y la polarización o si se esfuerzan por recuperar la cooperación multilateral y el diálogo. Sin embargo, muchos expertos temen que las tensiones solo aumenten en los próximos meses, ya que el personalismo en el liderazgo, el proteccionismo económico y las fracturas sociales seguirán marcando el rumbo de la historia.
En este sentido, las instituciones internacionales, como las Naciones Unidas o la Organización Mundial del Comercio, se ven cuestionadas en su capacidad para mediar y resolver conflictos. Los expertos advierten que el aumento de las tensiones podría llevar a un aislamiento aún mayor, lo que podría resultar en un estancamiento en el progreso global hacia la paz y la estabilidad.
De cara al futuro, 2025 se presenta como un año crucial para la humanidad. Si bien es cierto que muchos de los desafíos que enfrenta el mundo no son nuevos, el auge de las tres P —personalismo, proteccionismo y polarización— está llevando a los países a un punto de quiebre. Si el mundo no encuentra formas de superar estas divisiones, el riesgo de un mundo más fragmentado y conflictivo será más real que nunca.
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Con Informacion de EL UNIVERSAL