Estados Unidos, bajo la administración de Donald Trump, confirmó un ataque militar directo contra instalaciones nucleares en Irán, como respuesta a las tensiones crecientes en Medio Oriente y a la negativa de Teherán de cesar su programa de enriquecimiento de uranio.
La ofensiva, ejecutada con bombarderos B‑2 y misiles Tomahawk, tuvo como blancos principales las instalaciones nucleares de Fordow, Natanz e Isfahán, consideradas clave en el desarrollo atómico iraní. Según reportes del Pentágono, los objetivos fueron “neutralizados” con “precisión quirúrgica”.
El presidente Trump declaró que el operativo fue un “éxito total”, asegurando que no se registraron bajas estadounidenses y que el mensaje hacia Irán es claro: “no toleraremos amenazas nucleares”. También advirtió que nuevas acciones podrían ejecutarse si Teherán no opta por la vía diplomática.
Por su parte, el gobierno iraní condenó el ataque como un “acto de guerra” y llamó a la comunidad internacional a intervenir ante una agresión sin justificación legal, despertando temores de una posible represalia militar o ciberataques en cadena.
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La ONU convocó a una sesión de emergencia, mientras que China, Rusia y la Unión Europea se manifestaron a favor de la desescalada. Países como México, Australia y Nueva Zelanda emitieron comunicados urgentes en favor del diálogo y la paz.
Israel, en cambio, celebró la ofensiva como “una decisión valiente y necesaria”, en un contexto en el que también ha participado activamente con bombardeos en la región durante las últimas semanas. El primer ministro Netanyahu reafirmó su compromiso con la seguridad del Estado hebreo.
Además del impacto militar, el ataque podría tener graves consecuencias económicas y energéticas: los mercados internacionales reaccionaron con caídas en la bolsa y un alza en los precios del petróleo ante la incertidumbre regional.
En términos humanitarios, no se reportan víctimas civiles por el momento, aunque organizaciones internacionales expresaron su preocupación por posibles daños colaterales en áreas cercanas a las instalaciones nucleares.
Este hecho marca un punto de inflexión en las relaciones entre Washington y Teherán, y podría escalar hacia un conflicto regional si no se logran acuerdos inmediatos por vías diplomáticas.
Por ahora, el mundo observa con tensión el desarrollo de los acontecimientos, mientras los líderes globales llaman a la prudencia, la paz y la responsabilidad compartida.
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Con información de Eadioformula.com
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