¿Por qué Stephens es el gran precursor de la arqueología maya?

Cuando los primeros viajeros extranjeros del siglo XIX visitaron la península de Yucatán, se toparon con lo que parecían ser antiguas ciudades de piedra cubiertas por la verde maraña de la selva.

Por Lorena Careaga

Hablando de historia y otras cosas, ¿sabían ustedes que, hasta el siglo XIX, los vestigios de la civilización maya continuaban envueltos en un halo de misterio y desconocimiento?

Que tal, les saluda Lorena Careaga y hoy hablaremos de las primeras teorías acerca del origen de los mayas y sus antiguas ciudades, algunas más acertadas que otras.

Cuando los primeros viajeros extranjeros del siglo XIX visitaron la península de Yucatán, se toparon con lo que parecían ser antiguas ciudades de piedra cubiertas por la verde maraña de la selva. Varios de ellos venían de recorrer Egipto y Medio Oriente, donde los primeros aficionados a la arqueología habían hecho descubrimientos deslumbrantes. Ahora tocaba el turno a los alejados rincones de México y Centroamérica, y no es sorprendente que las primeras preguntas fueran: cuál era el origen de esos monumentos en ruinas, quiénes los habían construido y cuándo.

Las teorías no se hicieron esperar, incluso las más descabelladas. Unos afirmaban que grupos humanos provenientes del Viejo Mundo habían sido los responsables de crear aquellos edificios y objetos, desde los caldeos y los celtas, hasta las tribus perdidas de Israel. Otros, que habían sido los supervivientes de continentes perdidos, como la Atlántida y Lemuria, y otros más los atribuían a los toltecas en su peregrinaje y dispersión. De su antigüedad había, asimismo, puras especulaciones, pues algunas ruinas parecían tener milenios, mientras que otras podrían haber estado habitadas a la llegada de los españoles. Jean de Waldeck, el primer viajero que recorrió Yucatán en el siglo XIX, tras considerar un origen egipcio, acabó por sostener que más bien habían sido los mayas quienes habían dado pie a las grandes civilizaciones del mundo, incluyendo a egipcios, toltecas y aztecas.

Solo dos de aquellos exploradores, el abogado neoyorkino John L. Stephens, y su acompañante, el artista inglés Frederick Catherwood, propusieron, en 1841, la explicación más verosímil: que los edificios en ruinas habían sido construidos por los ancestros de aquellos mayas con los que ellos habían convivido, es decir, los ancestros de sus guías, excavadores, cargadores y cocineros, y que dicha civilización se había desarrollado por sí misma en las selvas centroamericanas, sin influencias de otros lugares del mundo. No en balde Stephens es considerado el gran precursor de la arqueología maya.

 

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