La historia de la Ciudad de los Dioses y su inexplicable desaparición han provocado tantas hipótesis como estudiosos se han interesado en descubrirlas.
Uno de los mayores logros es la cronología cerámica.
Ésta permite fechar por intervalos una etapa hasta de dos siglos si los materiales se localizaron y acomodaron desde el punto de vista estratigráfico.
Fue a fines de 2003, casi a punto de concluir el proyecto de investigación iniciado en 1998, cuando el equipo encabezado por el arqueólogo Rubén Cabrera y el antropólogo Saburo Sugiyama hizo un descubrimiento en el centro de La Pirámide de la Luna.
Se halló un entierro de tres personajes sentados con ricos atuendos dentro de una cámara. Los muros de piedra medían casi seis metros por cada lado, lo cual hace suponer que se trata de la tumba de un dirigente teotihuacano.
Existe una inhumación similar que data de un asentamiento teotihuacano en la ciudad maya de Kaminaljuyú. Aquí se repite la posición en flor de loto de altos dignatarios.
También hay objetos de jade, que quizá provienen de la cuenca del río Motagua en Guatemala.
Todo lo anterior determinó que la línea de investigación se prorrogara un año más de lo previsto. Se extendió hasta 2004 la fase de análisis de laboratorio de las osamentas y objetos localizados.
El descubrimiento indica que corresponde a tres individuos de alto rango social. A diferencia de los entierros anteriores encontrados en la Pirámide de la Luna y pertenecientes a personas sacrificadas como ofrendas. Sentados en posición flor de loto, los tres miraban hacia el oeste y tenían las muñecas cruzadas encima de los pies.
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Uno de ellos, un hombre de 50 a 60 años, se ubicó muy cerca del eje este-oeste. Portaba un collar de 21 cuentas globulares grandes de piedra verde.
También tenía un vistoso pectoral rectangular del mismo material adornado con un diseño glífico en relieve y dos orejeras grandes decoradas. Junto a él numerosos objetos de obsidiana, concha, pirita y fibra vegetal.
La historia arquitectónica de la Pirámide de la Luna indica una larga secuencia constructiva de siete etapas. Inicia alrededor de 100 d.C. y alcanza el fin de Teotihuacan entre 600 y 650 d.C.
La decisión para excavarla obedece a que se considera que está muy relacionada con la ideología del Estado por su importancia y ubicación.
Además, constituye uno de los edificios más grandes y menos investigados después de la Pirámide del Sol. En 1964 había sido explorada sólo en sus partes visibles sin una mayor profundización.
Cinco cuerpos escalonados con altos muros en talud componen su gran basamento. Así como una plataforma adosada y formada por muros en talud y tablero orientada hacia la Plaza de la Luna. En el interior se superponen las seis construcciones más antiguas.
Se registran pocas excavaciones mediante túneles en Mesoamérica y muy pocas en Teotihuacan, como las del templo de Quetzoalcóatl, en los años 1988 y 1989. En la Pirámide de la Luna el equipo de especialistas trabajó a partir de pozos estratigráficos en el exterior y túneles hacia el interior.
De estos últimos se planificaron los puntos a alcanzar. Se buscaron las distancias más cortas para invertir menos esfuerzos y se avanzó un metro por alrededor de 1.80m de alto según las condiciones. También se utilizaron columpios que posibilitaron no tener que pisar la superficie de la fosa.
Después de tomar los registros, se hicieron fotos y dibujos. Luego albañiles especializados instalaron una protección que permite penetrar otra distancia similar. Esto sirve para volver a repetir la operación una y otra vez, a modo de cuidar al máximo el lugar.
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Con información de México Desconocido