La presencia de Peso Pluma en el festival Viña del Mar ha desencadenado un debate sobre la libertad artística y la expresión cultural de una generación marcada por la guerra contra el narco en México.
Peso Pluma causa controversias en Viña del Mar
La controversia surge no solo por la música de Peso Pluma, sino por lo que representa: una voz que emerge de las sombras de la militarización, la violencia y el fracaso del Estado en proporcionar seguridad.
La columna del sociólogo chileno Alberto Mayol, titulada “Peso Pluma en Viña: a veces hay que escuchar la voz del narco”, plantea preguntas fundamentales sobre si debemos prestar atención a las expresiones culturales de jóvenes que han crecido en un México militarizado y en guerra. ¿Es necesario escuchar las letras que narran las vivencias de aquellos cuyas realidades están moldeadas por la guerra contra el narco?
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Peso Pluma, cuyo nombre real es Hassan Emilio Kabande Laijaun, se presenta como un ícono de la nueva ola musical que desafía las normas establecidas. A sus 23 años, Peso Pluma encapsula la experiencia de una generación que entró a la primaria mientras estallaba la militarización en México.
Su ascenso a la fama coincide con un país inmerso en la lucha contra el narcotráfico, donde las figuras como Joaquín Guzmán Loera se elevaban en la lista de millonarios.
El debate no solo se centra en la música de Peso Pluma, sino en comprender el contexto que la inspira. La guerra contra el narco y la militarización han dado forma a la realidad de millones de jóvenes que, como Peso Pluma, no conocieron otra forma de vida. La música, en este caso los corridos, se convierte en un medio de expresión, un grito de guerra que refleja la complejidad de la vida en México.
Es crucial entender que los corridos, en su esencia, son una tradición musical que ha evolucionado para narrar las hazañas y desafíos de un pueblo. Desde la revolución mexicana hasta los corridos zapatistas, la música ha sido un reflejo de las luchas y triunfos de la sociedad. En este contexto, los corridos bélicos se posicionan como un tipo de “punk latinoamericano”, que critica las injusticias sociales y desafía el orden establecido.
Juan Carlos Ramírez Pimentel, en su obra “Cantar a los narcos: Voces y versos del narcotráfico”, explora el origen y la diversidad de los corridos. Destaca que el contexto importa; las personas se identifican con los corridos porque reflejan las fallas del Estado, la corrupción y la complicidad en la violencia.
La polémica alrededor de Peso Pluma no radica en si la música influye en las personas, sino en cómo la realidad inspira los corridos. Los corridos, en muchos casos, hablan de superación personal, de lucha contra las adversidades, y sí, de la realidad del narcotráfico. Es esencial comprender que la música no crea la realidad, sino que la refleja.
El debate sobre la influencia de la música en la sociedad no es nuevo, pero es fundamental ir más allá y cuestionar cómo cambiamos las condiciones materiales para que no haya inspiración para los corridos bélicos. La música es un eco de la realidad, y el arte, incluso cuando aborda temas controversiales, puede proporcionar una ventana hacia la comprensión y el cambio social.
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En un mundo donde la desesperanza a menudo parece dominar, los versos de los corridos son una expresión de la esperanza y la resistencia. Las juventudes marginadas encuentran en la música una forma de resignificar sus experiencias y desafiar las estructuras de poder. La polémica en torno a Peso Pluma en Viña del Mar destaca la necesidad de comprender las complejidades de la realidad mexicana y cómo la música se convierte en un medio para expresarla.