En estos tiempos bélicos en los que la amenaza atómica sobrevuela de nuevo el globo, el Comité Nobel noruego ha concedido este viernes en Oslo el Premio Nobel de la Paz del año 2024 a Nihon Hidankyo, la única organización nacional japonesa de los llamados hibakusha, los supervivientes de la bomba atómica de Hiroshima y Nagasaki.
El galardón se le ha otorgado “por sus esfuerzos para lograr un mundo libre de armas nucleares y por demostrar mediante el testimonio de testigos que las armas nucleares no deben volver a utilizarse nunca”, ha expresado el presidente del Comité Nobel Noruego, Jorgen Watne Frydnes. El reconocimiento sigue la estela del de 2017, cuando se premió desde Oslo a la Campaña Internacional para la Abolición de las Armas Nucleares.
Nihon Hidankyo es un movimiento de base fundado en 1956 que aglutina a distintas organizaciones de las 47 prefecturas japonesas y representa a casi todos los hibakusha organizados. Todos sus funcionarios y miembros son víctimas de la bomba atómica. El reconocimiento llega en un momento en que, casi ochenta años después del bombardeo estadounidense de Hiroshima y Nagasaki, su memoria comienza a desvanecerse. El número de supervivientes que vivían en Japón en 2016 era de 174.080, según la cifra más actualizada de la web de la organización. Eran casi el doble en 1999.
Sus miembros, entre otras cosas, se dedican a contar sus historias, para dar a conocer a la gente sus experiencias, los daños reales y las secuelas del bombardeo atómico, tanto dentro como fuera de Japón. Los afectados son enviados a la ONU, a los estados poseedores de armas nucleares y a otros países y regiones de todo el mundo. Al conocer la concesión del premio este viernes, su director, Toshiyuki Mimaki, ha declarado a Reuters que este galardón deber servir para recordar que el armamento atómico “debe ser abolido”.
Entre sus objetivos están “la prevención de la guerra nuclear y la eliminación de las armas nucleares” y la búsqueda de una indemnización estatal por los daños de la bomba atómica. “Debe reconocerse la responsabilidad estatal de haber lanzado la guerra, que condujo a los daños por el bombardeo atómico, y debe proporcionarse una compensación estatal”, se lee en su página web.
El Nobel es también una forma de reconocer la larga batalla de los hibakusha, que tuvieron desde el inicio un camino difícil, marcado por el silencio y el estigma. Tuvieron que vivir al principio con la censura de EEUU sobre los bombardeos y con la discriminación de sus propios compatriotas que temían los posibles efectos de la radiación. Algunos incluso ocultaban que habían estado en Hiroshima y Nagasaki. “Durante casi 10 años después del bombardeo, los hibakusha no recibieron ninguna ayuda de las fuerzas de ocupación estadounidenses, que prohibieron terminantemente a la gente escribir o hablar sobre el bombardeo y los daños, incluida la miserable muerte de 200.000 personas”, y tampoco la recibieron por parte de su Gobierno, cuando el país recuperó su soberanía en 1952, explica la organización en la web.
Se calcula que los bombardeos estadounidenses de Hiroshima, el 6 de agosto de 1945, y Nagasaki, tres días después, mataron a unas 210.000 personas a finales de ese año. Japón se rindió seis días después del bombardeo de Nagasaki, poniendo fin a la Segunda Guerra Mundial. La bomba atómica no ha vuelto a utilizarse desde entonces, en buena medida gracias a un movimiento mundial cuyos miembros han trabajado incansablemente para concienciar sobre las catastróficas consecuencias humanitarias del uso de armas nucleares, según destaca el comité del Nobel. Este movimiento fue dando forma a una “poderosa norma internacional que estigmatizaba el uso de armas nucleares como moralmente inaceptable”, añade. “Los extraordinarios esfuerzos de Nihon Hidankyo y otros representantes de los hibakusha han contribuido en gran medida al establecimiento del tabú nuclear. Por lo tanto, es alarmante que hoy este tabú contra el uso de armas nucleares esté bajo presión”, ha dicho el comité del Nobel.
La organización noruega coloca el foco sobre cómo las potencias nucleares siguen modernizando y mejorando sus arsenales, cómo nuevos países parecen estar preparándose para adquirir armas nucleares y cómo se usa la amenaza nuclear en guerras que están en marcha. “En este momento de la historia de la humanidad, conviene recordar qué son las armas nucleares: las armas más destructivas que el mundo haya visto jamás”.
El presidente ruso, Vladímir Putin, ha hecho, desde la invasión de Ucrania, numerosas referencias más o menos veladas a la amenaza nuclear; la posibilidad de un conflicto atómico tampoco es ajena a Oriente Próximo, donde sobrevuela el temor a que Irán impulse su programa nuclear y se dote de armamento atómico, unas armas que Israel ya posee. Las organizaciones especializadas consideran que Israel también cuenta con la bomba atómica, a pesar de que nunca lo ha reconocido oficialmente. En la región de Asia Pacífico, otro de los puntos calientes del planeta, Corea del Norte, que realizó su último ensayo nuclear en 2017, exhibió sin embargo músculo atómico hace poco, en septiembre, al mostrar por primera vez imágenes de instalaciones para enriquecer uranio; poco después, China, la tercera potencia nuclear tras Rusia y Estados Unidos, disparó un misil balístico intercontinental al Pacífico, el primer ensayo bélico de este tipo que ha realizado el gigante asiático desde 1980.
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En la actualidad nueve países poseen armas nucleares: Francia, Reino Unido, Pakistán e India, además de los ya citados Rusia, Estados Unidos, China, Israel y Corea del Norte. Entre todos, suman unas 12.100 cabezas nucleares, según el informe Estado de las fuerzas nucleares en el mundo 2024 de la Federación de Científicos Atómicos, citado por la Campaña Internacional para la Abolición de las Armas Nucleares. “Aunque se trata de un descenso significativo con respecto a las aproximadamente 70.000 cabezas nucleares que poseían los Estados con armas nucleares durante la Guerra Fría, se prevé que los arsenales nucleares aumenten en la próxima década y que las fuerzas actuales sean mucho más capaces”, dice su web.
Es la segunda vez que una persona u organización japonesa recibe el Nobel de la Paz desde 1974, cuando se concedió el galardón al ex primer ministro Eisaku Sato, que introdujo los llamados tres principios antinucleares de Japón de no poseer, producir ni permitir armas nucleares en su territorio.
La agencia de Naciones Unidas para los refugiados palestinos (UNRWA) y el Tribunal Internacional de Justicia (TIJ) eran dos de las grandes favoritas para esta edición del Nobel. Ambas organizaciones ocupaban un lugar destacado en los pronósticos del Instituto para la Investigación sobre la Paz (PRIO) de Oslo y el Consejo de la Paz noruego. Entre los aspirante considerados con opciones, figuraba también el secretario general de la ONU, António Guterres.
En total, el Nobel de la Paz 2024 contaba con 285 candidatos, de los que 196 eran individuos y 89, organizaciones, según informó el Comité Nobel, que el año pasado premió a la iraní Narges Mohammadi por su lucha por los derechos de las mujeres. El de la Paz es el único de los seis premios que se otorga y se entrega fuera de Suecia, en Oslo, por deseo expreso de Alfred Nobel, ya que en su época Noruega formaba parte del vecino país.
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Con información de El País