Un reciente estudio internacional, divulgado en NeuroImage, descubrió que la actividad lectora habitual provoca transformaciones físicas en el cerebro. Quienes leen con frecuencia presentan variaciones notables en regiones vinculadas al lenguaje hablado, la memoria y los mecanismos de procesamiento auditivo y visual.
Estas regiones clave se encuentran principalmente en el hemisferio izquierdo, un área esencial para la manipulación del lenguaje. En el lóbulo temporal anterior, que integra información visual, auditiva y motora, se observan cambios significativos que facilitan la creación de significado al leer. Simultáneamente, en la circunvolución de Heschl —la corteza auditiva primaria— se ha detectado un mayor grosor y mielinización en lectores habituales. Este aumento, que mejora la velocidad del procesamiento del lenguaje, permite distinguir sonidos similares (como “casa” y “caza”) con mayor agilidad.
Otro hallazgo destacado es la relación entre grosor cortical y comprensión lectora. En la mayoría de las zonas del lenguaje, la mayor mielina coincide con una corteza más delgada pero eficiente. Sin embargo, en el lóbulo temporal anterior, un grosor mayor está asociado a una mejor comprensión, lo que podría deberse a una mayor densidad neuronal capaz de procesar conceptos complejos.
Además, el estudio revela que estas adaptaciones no son solo resultado de la lectura precoz, sino que también pueden desarrollarse en adultos que empiezan a leer más tarde en la vida. Personas que dedicaron tiempo a aprender un nuevo idioma o a intensificar sus hábitos lectores experimentaron incrementos en el grosor de las áreas cerebrales involucradas, demostrando la plasticidad cerebral como respuesta a la práctica continuada.
¿Por qué leer transforma el cerebro?
1. Mejor comunicación neuronal
La mielina, esa capa grasa que recubre las fibras nerviosas, facilita la transmisión rápida de señales. En lectores frecuentes, su mayor presencia en la corteza auditiva del hemisferio izquierdo acelera y afina el procesamiento de sonidos del lenguaje.
2. Optimización del grosor cortical
El equilibrio entre grosor y eficiencia permite que el cerebro abarque más funciones sin perder rapidez. En zonas como el lóbulo temporal anterior, un grosor superior mejora la comprensión lectora y la capacidad de procesar información compleja.
3. Plasticidad cerebral en acción
El cerebro tiene la capacidad de remodelarse. Estudios con personas que aprendieron idiomas o intensificaron su lectura en la adultez mostraron un aumento en el grosor cortical de las regiones relacionadas con el lenguaje.
Beneficios cognitivos y sociales de leer
Más allá de los cambios neuroanatómicos, la lectura frecuente tiene una amplia gama de beneficios psicológicos y sociales, mucho más allá de ser un pasatiempo:
- Mejora de la empatía: Al sumergirse en las historias de otros, la lectura fortalece nuestra capacidad de comprender y conectar con distintas personas y situaciones.
- Estimulación de la memoria: Leer mantiene viva la memoria verbal y facilita la retención de información a largo plazo.
- Estimulación del pensamiento abstracto: La lectura fomenta el razonamiento complejo y el análisis de ideas.
- Desarrollo del lenguaje: El vocabulario se enriquece y las estructuras gramaticales se afinan, lo que mejora la expresión oral y escrita.
- Pensamiento crítico: Al exponerse a distintas narrativas y argumentos, se fortalece la capacidad de cuestionar sources, contrastar información y formarse opiniones fundamentadas.
Sobre los hábitos lectores y su relevancia social
El estudio hace referencia a datos de hábitos de lectura en España y Argentina: en 2024 el 65 % de los españoles lee por placer, y en Argentina solo el 51 % leyó al menos un libro en 2022, según el Barómetro de Consumos Culturales. Este contraste sugiere que la lectura influye también en los entornos educativos y culturales.
Perder el hábito de leer no solo significa renunciar a una fuente de conocimiento: implica inadvertidamente desaprovechar una herramienta poderosa de evolución cognitiva, emocional y social.
La lectura deja una huella tangible en la estructura cerebral: refuerza conexiones neuronales, mejora la velocidad y precisión del procesamiento lingüístico, y promueve cambios físicos en regiones vinculadas al lenguaje. Además, potencia múltiples habilidades cognitivas y sociales. Por todo esto, recuperar o fomentar el hábito de leer es mucho más que un acto cultural; es una inversión en nuestro desarrollo mental.
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