La historia de los tres códices mayas

La historia de los tres códices mayas

La historia de los tres códices mayas

Hablando de historia y otras cosas, ¿sabían ustedes que los únicos códices mayas que existen llegaron hasta nosotros de formas verdaderamente azarosas?

Que tal, les saluda Lorena Careaga y hoy hablaremos de estos tres libros y sus extraordinarias aventuras.

Códices mayas

El pequeño códice París, o Pérez o Peresiano, cuyas once páginas en forma de biombo miden apenas 20 x 12 centímetros, estaba en un cesto de basura de la Biblioteca Nacional de París, donde, en 1859, León de Rosny, botánico y especialista en lengua japonesa, lo encontró y rescató. Se trata de una especie de manual para sacerdotes, con profecías, rituales y calendarios de ceremonias. Se desconoce cómo llegó a Europa, pero actualmente pertenece al Fondo Mexicano de la Biblioteca Nacional de Francia.

Historia

La historia del Códice Dresden es también singular. Fue adquirido en 1739 por la biblioteca del rey de Sajonia, cuyo director lo clasificó como “un libro mexicano valiosísimo con figuras jeroglíficas”, un tesoro. Y lo es, pues se trata del libro escrito en América más antiguo que se conoce. Es también el mejor conservado de los códices mayas y sus 39 hojas en forma de acordeón contienen calendarios rituales y de adivinación, cálculos de las fases de Venus, eclipses de Sol y de Luna, instrucciones relativas a las ceremonias del año nuevo, así como descripciones del dios de la lluvia y de un gran diluvio. Estuvo a punto de quemarse tras un intenso bombardeo durante la Segunda Guerra Mundial y luego quedó a merced de la humedad en un sótano. No obstante, felizmente rescatado y restaurado, hoy en día se exhibe en el Museo de Dresden, en Alemania.

Con 112 páginas, el Tro-Cortesiano o Madrid es el más extenso de los códices mayas. Inicialmente se pensó que eran dos códices diferentes y probablemente llegaron a España por caminos distintos. El Tro o Troano, fue dado a conocer por el abate Brasseur, mientras que el Cortesiano fue adquirido por el Museo de América en Madrid. León de Rosny, el mismo que rescató de la basura el códice París, los examinó a fondo, concluyendo que se trataba de uno solo. A la luz de estos hallazgos y con buen humor, Rosny afirmaba que “ser americanista es ser loco o estar predestinado a ello”.

 

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