Hace pocos días, geólogos y paleontólogos descubrieron en El Sauzal, una zona remota del departamento Santa Bárbara en la selva de las yungas jujeñas, un sitio con más de 500 huellas fósiles de dinosaurios. Este área, conocida por su biodiversidad, se convirtió en escenario de una revelación científica majestuosa: rastros que se remontan a aproximadamente 70 millones de años, durante el Cretácico Superior.
Los surcos, preservados como epirelieves convexos —es decir, huellas elevadas sobre la roca madre— se extendieron por una superficie amplia de unos 1 400 m². En el terreno se hallaron impresiones pertenecientes a dinosaurios gigantes herbívoros, posiblemente saurópodos, además de carnívoros bípedos como abelisaurios, e incluso se identifican pistas iniciales que podrían corresponder a hadrosaurios. Sin embargo, estas últimas requieren análisis más detallados para una confirmación definitiva.
La confirmación del hallazgo fue oficializada durante el Quinto Congreso Paleontológico Virtual, lo que otorga rigor y respaldo científico al descubrimiento. Fue en diciembre de 2024, cuando un equipo liderado por el geólogo tucumano Gabriel López Isla, investigador doctoral del CONICET, inició el proceso de exploración enviado por un vecino que detectó las marcas en su propiedad, lo que activó la atención científica sobre este valioso yacimiento.
El relato del propietario de la finca aporta un elemento humano a la historia del hallazgo. En varias ocasiones anteriores, otras personas ya habían observado las huellas, pero sin reconocer su importancia. Fue gracias a la dedicación de este vecino, que tras documentarlas y difundirlas en redes, finalmente se emprendió el trabajo de investigación formal .
Durante las primeras inspecciones de campo, el equipo predominante contó más de 600 huellas, la mayoría bien conservadas. La impresión de los pies de los dinosaurios aparece elevada en la roca, un fenómeno que ocurrió porque los animales caminaron sobre antiguos lechos fangosos recubiertos posteriormente por sedimentos, los cuales los petrificaron. En algunos casos, incluso se identificaron impresiones con forma casi perfecta, de unos 43 × 45 cm, comparables al tamaño de las huellas de un elefante.
Geológicamente, este hallazgo es extraordinario: está ubicado sobre la Formación Lecho, una capa con fósiles poco frecuentes, diferenciada de la acostumbrada Formación Yacoraite. Esto lo convierte en un sitio clave para entender la evolución del paisaje y la fauna del norte argentino durante el final del Mesozoico.
El entorno natural de El Sauzal también favoreció la conservación de estas huellas, ya que la zona combina ambientes boscosos de yungas con influencias del monte seco Chaqueño, además de una composición rica en minerales como cobre, zinc y sulfatos que ayudaron a preservar las marcas fósiles.
Por su extensión, calidad y antigüedad, este yacimiento refuerza la relevancia paleontológica de Jujuy y del norte de Argentina. El hallazgo no solo es interesante desde el punto de vista científico, sino que también tiene potencial para convertirse en un recurso patrimonial y un atractivo turístico de carácter educativo, siempre que se maneje con criterios de conservación.
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