De acuerdo con la tradición, el 9 de diciembre de 1531, ocurrió la primera de cuatro apariciones de la Virgen de Guadalupe a Juan Diego.
Poco después de la conquista de México, en manos de Hernán Cortés, vino un periodo conocido como la Conquista espiritual. Durante esta etapa, ocurrida durante los primeros años de la Colonia, aparecieron las primeras familias indígenas cristianas en los alrededores de la antigua Tenochtitlan. Juan Diego pertenecía a una de estas familias y nació en Cuautitlán, aldea ubicada al norte de la Villa de Guadalupe, en 1474.
Su nombre nativo era Cuauhtlatóhuac, “el que habla como águila”. Su oficio era la manufactura de petates que vendía en Tlatelolco.
Según la leyenda, a los 53 años tuvo la aparición milagrosa que daría inicio a la adoración de la Virgen de Guadalupe en México. La historia fue así: Juan Diego vivía con su mujer y su tío Juan Bernardino en Tulpetac, lugar donde no había iglesias por lo cual tenían que ir a misa hasta Santa Cruz de Tlatelolco.
El sábado 9 de diciembre de 1531, Juan Diego se encaminaba hacia ahí y al pasar por el cerro del Tepeyac oyó un canto que no era de esta tierra. Se detuvo a gozar de él y cuando miró arriba vio un sol resplandeciente y en medio a una señora en actitud de oración (1a aparición), él fue a saludarla y ella le dijo que era su deseo que le labrase un templo en ese llano y le encomendó también que le comunicara ese deseo al señor obispo.
El obsipo no lo tomó en serio y le pidió que volviese otra vez al lugar a ver si sus ojos no lo habían traicionado. Regresó desconsolado Juan Diego y la Santísima Virgen se le apareció otra vez (2da aparición) para decirle que volviera el domingo a ver al señor obispo. Así lo hizo Juan Diego, pero el obispo le pidió una señal comprobatoria de la voluntad de la Virgen. La señora se le apareció de nuevo (3ra aparición) y le pidió que volviera al día siguiente.
El lunes, día de la cita, se enfermó de cuidado el tío Juan Bernardino y hasta el martes pudo salir Juan Diego que se dirigió a la ciudad a buscar a un sacerdote para que le administrara los últimos sacramentos.
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Iba por ahí, ese día 12 de diciembre, cuando al pasar de nuevo por el Tepeyac se le volvió a aparecer la Virgen (4ta aparición) y le preguntó qué le pasaba. Él le contó lo de la enfermedad de su tío y ella le dijo que no se preocupara porque su tío ya estaba sano, después le pidió que subiera al cerro a recoger unas flores.
Fue Juan Diego y en efecto encontró muy bellas rosas de las que no era temporada y que nunca se habían dado allí. Ya con ellas en su ayate, la Santísima Virgen dijo que las llevara donde el señor obispo pero que no desplegase su ayate ni lo mostrara a nadie más. Así lo hizo Juan Diego.
Después de conseguir entrar en el obispado, le dijo a Zumárraga, el obispo, que ahí le llevaba la prueba que le había pedido. En ese momento soltó su ayate y apareció en él pintada “como por los ángeles”, la imagen de la Virgen de Guadalupe.
Poco tiempo despúes, inició la construcción del primer templo dedicado a la Virgen Morena, en el barrio hoy conocido como La Villa.
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Con información de México Desconocido