Basta con leer unas pocas palabras del Evangelio de Mateo para identificar de manera inmediata, y sin asomo de dudas, de quiénes está hablando el texto: son Melchor, Gaspar y Baltasar, los Reyes Magos, que según el relato bíblico salieron en busca del ‘rey de los judíos’ y, guiados por una estrella y tras un encuentro con el cruel Herodes, llegaron hasta él para adorarlo.
Sin embargo, en ningún lado de la narración escueta que hace el Evangelio de Mateo de este episodio —es, por cierto, el único de los cuatro Evangelios donde se consigna esta visita— está dicho que sean reyes. Ni que sean magos tal como concebimos el concepto. Ni que sean tres. Ni mucho menos que se llamen Melchor, Gaspar y Baltasar.
Incluso entre aquellos que creen que este episodio de la vida de Jesús realmente sucedió hay múltiples interrogantes que han encontrado respuesta en el arte y la tradición, pero no en los hechos históricos.
Tres, 12… ¡y hasta 60!
En nuestra tradición, los Reyes Magos son tres. Sin embargo, en la tradición oriental la cifra asciende a 12. En distintos relatos el número va de dos hasta 60. Lo cierto es que el breve pasaje del Evangelio de Mateo no establece una cifra. El tres, que han mencionado algunos de los llamados ‘padres de la Iglesia’, parece estar vinculado a los regalos que el texto bíblico sí menciona: oro, incienso y mirra. “En el siglo III el teólogo Orígenes indicó que los Reyes Magos eran tres, número que acabó por imponerse atendiendo a razones bíblicas, litúrgicas y simbólicas, y que fue confirmado por la Iglesia en el siglo V”, explica al respecto el Dr. en Historia de la Universidad de Navarra José Javier Azanza López.
¿Melchor, Gaspar y Baltasar?
Los nombres tampoco están en el relato bíblico. Según Azanza, en el Evangelio Armenio de la Infancia, un Evangelio apócrifo que data del siglo IV, ya aparecían identificados como Melchor, Gaspar y Baltasar. Para el siglo VII, dice la Enciclopedia Católica, leves variantes de estos nombres aparecen en escritos latinos. La propagación de estas denominaciones, según la Iglesia católica, sucede a partir del siglo IX. En ese siglo, explica a su vez el historiador navarro, se incluyeron los nombres en el texto Liber Pontificalis de Rávena.
Esto no quita que existan otros nombres con los que se conoce a los magos, como los de Larvandad, Hormisdas y Gushnasaph, entre otros, en la tradición siria, y los de Kagba y Badadilma, entre otros, para los armenios.
Magoi, la palabra precisa
Las coronas abundan en representaciones actuales de los reyes magos y, sin embargo, nada indica que los sabios de Oriente que rindieron homenaje al mesías de los cristianos fueran reyes.
La palabra que se utiliza en el Evangelio de Mateo —estos textos que recogen para los cristianos la vida y el mensaje de Jesús fueron escritos primariamente en griego— es magoi que, según el historiador Herodoto, referiría a sacerdotes de Persia provenientes de la casta sagrada de los medos, reseña la Enciclopedia Católica.
“Lo más probable es que fueran sacerdotes y astrólogos originarios de Babilonia o Persia, dado que ambos eran grandes centros astrológicos donde los magos eran una casta sacerdotal con mucha influencia”, explica Azanza.
¿Pero entonces por qué reyes? El calificativo se sumó por una referencia a un Salmo del Antiguo Testamento que sostiene: “Los reyes de Occidente y de las islas le pagarán tributo. Los reyes de Arabia y de Etiopía le ofrecerán regalos. Ante él se postrarán todos los reyes y le servirán todas las naciones”, dice la agencia de noticias católica Aciprensa. El uso de la palabra, según Azanza, data del siglo III y se lo debemos a Tertuliano, escritor y uno de los considerados padre de la Iglesia.
La historia del rey mago negro
En los inicios del cristianismo, recuerda azanza, a los tres reyes magos se los representaba como pertenecientes a una misma raza. “Tenían el mismo tipo e iban vestidos con el característico traje persa: bonete frigio y estrechos pantalones con faldilla”, explica.
Las individualizaciones llegan recién a partir del siglo XII, con el objetivo de “simbolizar la universalidad del cristianismo”, para lo que se dota a los sabios de rasgos diferenciados asociados con Europa, Asia y África. En el arte cristiano, aunque hay algún antecedente aislado, la representación de un rey negro se volvió “habitual” para finales de la Edad Media y se impuso, dice el historiador, en el siglo XV.
Una estrella… o una conjunción de planetas, tal vez
Otro de los elementos más queridos de la tradición es la estrella que, según el relato bíblico, guía los pasos de los sabios de Oriente hasta Jesús luego de su encuentro con el rey Herodes. Según Aciprensa, antes se creía que en realidad se trataba de un cometa, aunque estudios astronómicos “indican que al parecer se debió a la conjunción de los planetas Saturno y Júpiter en la constelación de Piscis”.
En la Astrología antigua, dice la agencia, Júpiter era considerada la estrella del “Príncipe del mundo”, la constelación de Piscis el signo del “final de los tiempos” y Saturno, en Oriente, la estrella de Palestina, referencias que pudieron haber guiado a estos magoi.
¿Por qué se celebra el 6 de enero a los Reyes Magos?
La Biblia, por supuesto, no menciona una fecha específica, como tampoco lo hace para la Navidad, la Semana Santa y otras de las principales festividades de los cristianos.
El 6 de enero lo determinó Agustín de Hipona, popularmente conocido como san Agustín, quien en sus sermones de la Epifanía sostuvo que los sabios llegaron 13 días después del nacimiento de Jesús, lo que cifra la celebración en el sexto día del año.
Este mismo día se celebraba el nacimiento del dios Aión, patrono de Alejandría, recuerda la agencia de noticias católica. A su vez, “desde tiempos antiguos en esta misma fecha se celebraba el solsticio de invierno en Egipto”, dice.