El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, decidió cortar de manera inesperada su viaje a la cumbre del G7, que se estaba celebrando esta semana en Kananaskis, Canadá. Esto lo hizo con el fin de regresar cuanto antes a Washington y, desde allí, asumir personalmente el seguimiento de la escalada militar entre Israel e Irán.
Previamente, en sus redes sociales, Donald Trump expresó su descontento por la negativa iraní a firmar un nuevo pacto nuclear. En un mensaje en Truth Social, advirtió que Irán no debe poseer armamento nuclear y pidió a la población de Teherán que evacúe de inmediato ante la posibilidad de ataques.
A su regreso, ordenó de inmediato la reunión del Consejo de Seguridad Nacional en la Casa Blanca, haciendo énfasis en que esa sería su prioridad principal, sin entrar en detalles sobre el momento o el alcance de esa sesión.
La comunidad internacional había advertido de la presión que acumulaba la cumbre por las tensiones en Oriente Medio, que ya habían provocado un desacuerdo notable entre los líderes del G7. En especial, existía división respecto a una declaración conjunta sobre medios para desactivar el conflicto IR-Irán/Israel.
Dentro del grupo, Trump se negó a firmar un comunicado final promovido por otros mandatarios, e incluso frenó su propia agenda bilateral: perdió la oportunidad de reunirse con el presidente ucraniano Zelensky y con el primer ministro australiano Anthony Albanese . También canceló un encuentro previsto con el primer ministro japonés, generando malestar corporativo en las conversaciones económicas .
A pesar de su partida apresurada, la Casa Blanca aseguró que Trump había logrado importantes logros, entre ellos un acuerdo comercial con Reino Unido, y calificó su estadía como “muy productiva”. No obstante, fuentes en Canadá y otros miembros del G7 manifestaron sorpresa y preocupación por su determinación de priorizar la agenda de seguridad nacional sobre las conversaciones multilaterales.
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