En la cueva de una región apartada de Cadereyta de Montes, en Querétaro, personal del INAH logró recuperar uno de los pocos conjuntos de herramientas de caza, de época prehispánica, que han sido descubiertos hasta el momento en México.
Se trata de un átlatl (lanza) y dos dardos de madera, utilizados en el primer siglo de nuestra era. El hallazgo fue registrado por integrantes de la Asociación de Espeleólogos de Querétaro: Carolina Camacho, Paulo Campos, Héctor Fuentes y Jorge Ramos, quienes, al explorar la cueva, localizada en la comunidad de Rancho Quemado, detectaron los objetos y avisaron al Centro INAH Querétaro, para su salvaguarda, conservación e investigación.
La cavidad se localiza a 200 metros de altura respecto al fondo de la cañada y, una vez en su entrada, se internaron 200 metros, por un estrecho pasadizo, hasta llegar a la galería en donde fueron localizados los artefactos, dentro de un ramal subterráneo con una altura promedio de 80 centímetros.
El átlat mide 51.5 centímetros de longitud y los dos dardos fragmentados, de 66 y 79 centímetros, respectivamente, y un par de maderos modificados culturalmente, los cuales probablemente sean palos para excavar (digging sticks), aunque también debieron emplearse como herramientas multifuncionales.
En la exploración, el equipo del INAH no encontró otros elementos arqueológicos prehispánicos en la cueva que permitan dar una interpretación del porqué de su presencia en ese recóndito lugar.
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A partir de las recomendaciones de la conservadora Paula García Reyes, el conjunto de instrumentos fue recuperado con minuciosidad, en cuyo embalaje se emplearon fibras de polietileno, plástico burbuja, película plástica y placas de espuma de polietileno.
Después, fueron llevados al Centro INAH Querétaro, donde permanecen a la espera de otros estudios, como la identificación taxonómica de la madera, e integrarse a la exhibición permanente del Museo Regional de Querétaro.
La sequedad del contexto de la Cueva del Tesoro permitió la preservación de estos elementos por cerca de dos milenios, como indica el resultado de la datación absoluta por radiocarbono hecha a uno de los dardos, en el Laboratorio de Espectrometría de Masas con Aceleradores del Instituto de Física de la UNAM.
El hallazgo de estos instrumentos no debe verse de forma aislada, sino como la más reciente aportación al semidesierto de Querétaro y Guanajuato, donde hombres y mujeres que practicaban la caza y la recolección se desplazaron buscando su sustento, a lo largo de nueve mil años. Testimonio de ello son más de 260 sitios de arte rupestre, una de las manifestaciones más fascinantes de estas sociedades.
Los arqueólogos concluyen que el misterio de este hallazgo permanecerá hasta que se realicen nuevos trabajos arqueológicos en las zonas aledañas a la cueva, para así comenzar a atar cabos y comprender qué hacía este instrumental en esa cavidad, cómo y por qué llegó ahí.
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Con información de Mxcity.com