De Magos y Roscas de Reyes

La tradición de los Reyes Magos está envuelta la leyenda. No siempre fueron tres, sino dos, cuatro y hasta doce.

Por Lorena Careaga

Hablando de historia y otras cosas, ¿sabían ustedes que los Reyes Magos no siempre fueron tres?

Qué tal, les saluda Lorena Careaga y hoy hablaremos de algunos mitos y realidades en torno a estos personajes.

La tradición de los Reyes Magos está envuelta la leyenda. No siempre fueron tres, sino dos, cuatro y hasta doce. El único evangelio que los menciona es Mateo, mientras que la imagen más antigua que se conoce de estos sabios de Oriente data del siglo II y se encuentra en los frescos de una catacumba romana.

Sus nombres aparecen por primera vez en el siglo VI, en un famoso mosaico de Rávena, Italia, y desde el siglo XV se volvieron representativos de los grupos humanos de la Edad Media: Melchor de los europeos, Gaspar de los asiáticos y Baltasar de los africanos. Sus presuntos restos descansan en la catedral de Colonia, Alemania, desde que comenzó a construirse en 1248, y siguen siendo objeto de grandes peregrinaciones.

La palabra “mago”, proviene del persa “maguusha”, que significa sacerdote y se refiere a los eruditos persas y babilonios que estudiaban las estrellas en su deseo por encontrar a dios. Del persa, la palabra pasó al griego, luego al latín y de ahí al español, como mago, denominación que recibieron los personajes de Oriente que, tras el nacimiento de Jesús, acudieron para rendirle homenaje y entregarle regalos
de riqueza simbólica: oro, incienso y mirra.

Desde el siglo XIX, la noche de Reyes, que es la noche anterior a la Epifanía, se convirtió en una fiesta infantil con regalos para los niños, emulando lo que se hacía en los países nórdicos el día de Navidad, en homenaje al santo oriental San Nicolás.

Con respecto a la Rosca de Reyes, de la cual se consumen en México unos 4 millones cada año, la tradición se remonta a los romanos, quienes ofrecían al dios Saturno unos panes redondos elaborados con higos, dátiles y miel, en los que escondían un haba seca en el interior, y quien la encontrara, sería rey de reyes por un día. A partir del siglo XIV, la tradición continuó en Francia el 6 de enero, fiesta de la Epifanía, sustituyéndose el haba por un niñito de cerámica.

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