La capital del país, edificada sobre los sedimentos que una vez sustentaron a la antigua Tenochtitlan, está perdiendo altura a un ritmo estimado entre 10 y 30 cm cada año. Este fenómeno, conocido como subsidencia, representa una amenaza creciente para la habitabilidad de amplias áreas urbanas de la metrópoli.
Causas principales: extracción de agua y peso urbano
Dos factores convergen y agravan este problema:
- La excesiva explotación de los mantos freáticos —un comportamiento descrito por especialistas como “irracional”— está provocando que el subsuelo arcilloso y volcánico comprima hacia abajo.
- Las grandes concentraciones de edificios, incluyendo la proliferación de rascacielos, ejercen presión adicional sobre un terreno que ya ha alcanzado su límite de compactación.
En algunas zonas vulnerables, la tasa de hundimiento incluso puede llegar hasta 40 cm por año, empeorando significativamente el panorama.
Evidencia tangible: cambios en monumentos históricos
Un caso notable es el Ángel de la Independencia, que por el descenso del terreno requiere cada cierto tiempo la adición de escalones para mantener su nivel original. Este símbolo emblemático evidencia, de forma palpable, cómo la tierra literalmente se mueve bajo nuestros pies.
¿Qué significa a mediano plazo?
A la actual velocidad de hundimiento —entre 15 y 30 cm anuales— en apenas una década se podría acumular una caída de 3 metros o más en ciertas regiones.
Según Wendy Morales, geóloga de la UNAM:
“Este es el punto de no retorno. Ya no hay forma de parar este proceso”
Riesgos y escenarios futuros
Frente a este deterioro, los científicos plantean dos caminos:
- Adaptación en sitio, lo que implicaría un incremento de la marginación urbana y la instalación de infraestructuras más resilientes.
- Reubicación parcial, con desplazamientos forzados de habitantes hacia regiones más estables fuera de la capital, lo que podría comenzar en menos de diez años si no se actúa a tiempo.
Terreno inundable e infraestructura deficiente
Aproximadamente el 70 % del territorio de CDMX se encuentra sobre lo que fue un lago antiguo, y por esto se considera altamente propenso a la saturación de agua. A esto se suman otros elementos perjudiciales:
- El pavimento asfáltico impide la filtración del agua.
- Se han canalizado antiguos cauces naturales, eliminando su efecto regulador.
Durante la temporada de lluvias, esta combinación facilita inundaciones recurrentes, especialmente en zonas como Iztapalapa, donde se reportan hundimientos de 40 cm anuales.
Además, existe un problema de distribución hídrica: las zonas que más sufren hundimientos e inundaciones suelen ser aquellas donde no llega agua potable, debido a que muchas personas recurren a pozos subterráneos para conseguir este recurso.
Propuestas de solución: descentralización y desarrollo planificado
Geólogos como Sergio Rodríguez proponen una estrategia clara: desconcentrar la ciudad mediante la construcción de nuevos núcleos urbanos con servicios, empleo, salud y educación, para reducir la presión sobre la capital.
Asimismo, se destaca la importancia de incorporar la economía informal como parte del tejido económico de estas nuevas comunidades, y de trasladar actividades industriales, gubernamentales y académicas fuera del Valle de México para equilibrar el desarrollo regional.