Hablando de historia y otras cosas, ¿sabían ustedes que este año conmemoramos el 90º aniversario del natalicio de Carlos Fuentes uno de los más grandes y prolíficos escritores de México?
Qué tal, les saluda Lorena Careaga y hoy hablaremos de Carlos Fuentes, nacido en la ciudad de Panamá el 11 de noviembre de 1828.
De padres mexicanos, Fuentes creció en el ambiente intelectual e internacional de la diplomacia, lo que seguramente marcó su carácter y fue configurando su cultura amplia y cosmopolita. Su infancia transcurrió en Uruguay, Brasil, Estados Unidos, Chile, Ecuador y Argentina, llegando a los 16 años a residir a México donde cursó el bachillerato y la carrera de Derecho. Más tarde se graduaría de Economía, en la Escuela de Altos Estudios Internacionales de Ginebra. A lo largo de su vida recibió numerosos galardones literarios y académicos, tanto nacionales como internacionales. En reconocimiento a su destacada trayectoria, la Universidad de Quintana Roo se cuenta entre las instituciones de educación superior que le otorgaron el doctorado honoris causa.
Su vasta obra abarca 22 novelas, 8 colecciones de cuentos, 21 ensayos, 6 discursos, 7 guiones cinematográficos, correspondencia diversa, diálogos, entrevistas, antologías y hasta un libreto de ópera, nada menos que sobre Antonio López de Santa Anna. Y es que Fuentes tenía varios temas sobre los cuales volvía una y otra vez: la historia, tanto de México como del mundo; la política y las estructuras del poder; el análisis de la sociedad mexicana en distintas épocas; el encuentro y la síntesis de la diversidad cultural.
Gran amante del cine, abordó incluso lo sobrenatural y el dilema de la inmortalidad: baste recordar al fantasma de la anciana viuda, a la vez bella adolescente, de la novela corta Aura; o bien, seguir las andanzas, en la Ciudad de México, del vampiro protagonista de la novela Vlad, que no es otro que milenario conde Drácula.
Si hubiésemos de escoger una frase emblemática de Carlos Fuentes, quizá sería ésta:
“El placer de la lectura es la base de todo. Para mí, leer libros nunca ha sido una obligación. Lo que sé, lo sé en gran medida por los libros que he leído. Además, también se alcanza la sabiduría mediante el error.”