El montaje de los conocidos nacimientos o belenes en México es una aportación de los misioneros franciscanos del siglo XVI, quienes son los herederos directos de la tradición iniciada por San Francisco de Asís en la Navidad de 1223, en una cueva cercana a la ermita de Greccio, en Italia, quien invitó a varios pastores a escenificar el nacimiento del Niño Dios.
El padre de José de Jesús Aguilar explicó lo anterior, al resaltar que los artesanos mexicanos han sabido fabricar magníficos Belenes con distintos materiales, de modo que los hay de paja, barro cocido, madera y lata, hoja de maíz o vidrio, con alegres colores que le imprimen un ambiente festivo.
Estos mismos artesanos, al paso de los siglos, ya gozan de prestigio internacional y prueba de ello es que en el Vaticano, desde hace varios años, vienen haciendo sus montajes a invitación del Papa y de la Curia Romana.
En los Nacimientos mexicanos de antaño, la Flor de Nochebuena, planta originaria de nuestro país, era utilizada como estrellas y ayudaban a dar en los Nacimientos un ambiente festivo propio del tiempo invernal, que es cuando se tiñen sus pétalos.
En la sacristía de la antigua Basílica, el nacimiento se montaba con figuras talladas en marfil, de las cuales todavía se conservan algunas en el Museo.
Estas figuras se hacían en las Filipinas y eran traídas a Acapulco en la famosa Nao de China, en tiempos de la Colonia.
Casi todos los estados de la República fabrican sus nacimientos tradicionales con diversos materiales.
En Navidad suelen exhibirse algunos nacimientos que se han hecho notables por su belleza, en los museos y en las galerías de exposiciones. También es frecuente ver concursos de nacimientos que premian la creatividad y la belleza.
Precisó que San Francisco de Asís montó en Greccio, una pequeña población italiana, un nacimiento viviente, con el que celebró una misa, algunas pinturas como de Benozzo Gazzoli (1421-1497) recuerdan aquel momento.
El sacerdote, quien convocó a continuar con esa tradición y permitir que a través de un sencillo nacimiento, nuestro corazón como el de San Francisco se sienta en Belén.
Pero por más bellos que sean los Nacimientos, siempre estarán incompletos si falta el Niño Jesús, al lado de María y de José.
“Él es la esencia de la Navidad. Algunas familias tienen la costumbre de arrullar al Niño Dios la noche del 24 de diciembre, para posteriormente colocarlo en el Nacimiento, y con este gesto, se imprime en los Belenes el mejor detalle de todos, la adopción del Niño Dios en el propio hogar”.
De este modo, los Nacimientos vivientes son más antiguos que las representaciones con figuras, y es un hecho importante que desde el siglo XVIII, cuando Carlos VII de Nápoles pasó a ser rey de España, los Belenes tuvieron mayor difusión en la península ibérica.
Desde los inicios de estos montajes, es la representación de animales en el establo donde nace Jesús, y es que San Francisco, posiblemente se inspiró en las palabras del profeta Isaías: “Conoce el buey a su dueño y el asno el pesebre de su amo,” aunque ciertamente ya aparecen representados en algunas pinturas desde el siglo IV.
Sobre este mismo tema, el Papa Emérito Benedicto XVI ha hecho importantes refacciones en su libro La Infancia de Jesús publicado en el 2012.
Los artistas de todos los tiempos han sido los principales difusores del buen gusto por los belenes, como también del nombre de los Magos de Oriente que fueron a adorar al Niño Dios, y que aparecen en los Evangelios Apócrifos, aunque Veda el Venerable también les dio difusión.
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De igual modo, fueron los pintores quienes plasmaron a los Magos con caballos, camellos y elefantes que representan la universalidad del mundo antiguo que abarcaba Europa, Asia y África.
El tema del nacimiento de Jesús, por la ternura que entraña, ha sido privilegiado por los pintores y escultores sacros.
En la Catedral de México, en el altar de los Reyes, lucimos precisamente una pintura de la adoración de los Reyes, señaló la Arquidiócesis de México.
Cuando comenzó el protestantismo se trató de sustituir la costumbre del nacimiento con el árbol de Navidad porque los protestantes y evangélicos tienen prohibido hacer imágenes, y de allí viene el auge del árbol navideño que los católicos hemos asumido sin mayor problema.
El nacimiento no es un juguete, aunque nos encanta y nos divierte porque va directo a nuestra fantasía. En palabras de hoy, diríamos que es un auxiliar didáctico que ilumina nuestra fe y le da cauce a nuestra devoción, señaló el sacerdote José de Jesús Aguilar.
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Con información de La Prensa