Desde el momento en que el puertorriqueño Bad Bunny — cuyo nombre real es Benito Antonio Martínez Ocasio — fue confirmado como el artista principal del espectáculo de medio tiempo del Super Bowl LX, se desató una intensa controversia que trascendió rápidamente las redes sociales y las peticiones en línea. El show está programado para el 8 de febrero de 2026 en el stadium de Levi’s Stadium, en Santa Clara, California.
Lo que parecía una buena noticia —la presencia de un artista latino en uno de los escenarios más vistos del mundo— pronto derivó en críticas. Si bien Bad Bunny se encontraba ubicado entre los artistas más reproducidos en Spotify en 2024 y su álbum Un Verano Sin Ti batió récords de escuchas, también acumulaba detractores por sus posturas públicas y estilo de presentación.
Una de las iniciativas más visibles es una campaña de firmas en la plataforma Change.org que consiguió superar las 100 000 rúbricas. En ella se solicita que la National Football League (NFL) reconsidere la aparición de Bad Bunny y en su lugar opte por el legendario artista de música country George Strait. Los promotores de esta petición argumentan que Strait simboliza para ellos el “corazón y alma de la música estadounidense”, y que su estilo encaja mejor con lo que consideran un espectáculo orientado a un público familiar.
La campaña está liderada por un usuario de Texas llamado Kar Shell, quien sostiene que la actuación de Bad Bunny no se ajusta a los valores que muchas familias estadounidenses esperan ver en ese tipo de evento. Según Shell, el show de medio tiempo debe fomentar la unidad del país, exaltar la tradición musical estadounidense, evitar el contenido explícito o políticamente cargado, y ser accesible para personas de todas las edades. En su opinión, el estilo del artista puertorriqueño —incluyendo presentaciones con estética drag y mensajes dirigidos a comunidades específicas— contradice esos ideales.
El malestar de algunos sectores creció cuando Bad Bunny fue objeto de críticas por un comentario que hizo en el programa “Saturday Night Live”, en el que dijo: “Si no entendiste lo que acabo de decir, tienes cuatro meses para aprender”. Este tipo de declaraciones fue interpretado por varios firmantes de la petición como provocativo y dirigido específicamente a la comunidad latina, lo que alimentó aún más la controversia sobre su participación en un evento global.
Frente a todo ello, la NFL, a través de su comisionado Roger Goodell, ha reafirmado su decisión de mantener a Bad Bunny como cabeza del espectáculo. Goodell aseguró que el nombramiento se realizó de manera “cuidadosamente pensada” y que el artista fue seleccionado por ser “uno de los líderes y más populares del planeta”, como parte del esfuerzo de la liga por conectar con una audiencia global.
En síntesis, lo que comenzó como un anuncio musical para el evento más visto del deporte estadounidense ha generado un debate sobre identidad cultural, expectativas familiares, representatividad y los límites del entretenimiento en un escenario masivo. El caso plantea preguntas sobre qué valores deben reflejarse en un espectáculo como el Super Bowl y cómo una figura como Bad Bunny —y su propuesta artística— encaja o choca con esas expectativas.

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